El verdadero poder de la música
Cuando en el verano del 2005 en el curso Suzuki de Bryanston conocí la historia de Nick comprendí realmente el verdadero y profundo poder de la música.
Mucho se habla de la música y no son pocas las veces que se le atribuyen virtudes a mi entender un tanto exageradas; se dice que hermana pueblos, ( orquestas de judíos y palestinos dirigidas por Baremboin se unen para tocar salvando diferencias ), se dice que extrae de cada uno los más nobles valores, que crea mejores personas…
Como músico quizás no, ¡seguro! debería colocarme del lado de aquellos que sin dudarlo ensalzan todas y cada una de sus virtudes y sin embargo no siempre estoy de acuerdo con tales afirmaciones. Por decirlo de forma llana disto mucho de tener una visión «corporativista» de la música e intento que el simple hecho de ser músico no nuble mi razón. La música cultiva muchos valores pero no hay por qué exagerarlos. Perdón si ofendo a alguien.
Sin embargo la historia de Nick me reconcilia con el valor profundo de la música.
Vayamos al grano.
Nick es un chico joven ciego y autista. Cada año, mejor dicho, cada verano acudía a Bryanston a sus clases de música porque toca el piano y el cello. Mejor el piano que el cello (pero esto ahora no es sujeto de este artículo).
Según me contaron, la evolución de Nick gracias a la música fué increible.
Quienes habían acudido años atrás a Bryanston decían que al principio Nick estaba encerrado en su mundo y apenas era capaz de relacionarse con los demás. Cuando yo le conocí eran claramente perceptibles sus rasgos autistas.
Era imposible negar lo evidente. Nick necesitaba estar asistido en todo momento por su hermano que era su sombra durante el curso, entre otras cosas, porque era ciego. A pesar de todo esto, nada hacía indicar a simple vista que no fuera una persona feliz como lo podía ser cualquiera y mucho mas que otras cuando se ponía al piano. Ni mas ni menos.
Lo sorprendente de todo es que gracias a la música Nick había conseguido alcanzar objetivos imposibles de lograr mediante el ejercicio de cualquier otra disciplina.
Según me contaron para Nick el concierto de Bryanston era uno de los momentos más esperados del año. Él estaba meses preparándose para su cita.
Nick ofreció un maravilloso concierto-recital de piano, con una primera parte de obras clásicas y una segunda en la que interpretaba canciones de Queen y de otros grupos modernos mientras cantaba en su estilo ( todo hay que decirlo).
Ell concierto es para poner los pelos de punta por varios momentos de lo más emotivos. Uno de ellos es el final del concierto. Si no recuerdo mal, después de tocar un tema de Queen el público comienza a aplaudir con fervor y Nick totalmente emocionado mueve convulsivamente la cabeza golpeándose violentamente con la tapa del piano ( no olvidemos que no ve nada). Le duele pero sigue moviendo los brazos y saltando preso de una emoción total. Todo un año trabajando y la recompensa para él es infinita.
Lo tengo grabado en la memoria como una de esas cosas que uno sabe que nunca va a olvidar. Sin embargo esto no es con mucho lo que más me impresionó de Nick.
Sería por la mañana cuando nos dijeron que Nick tocaba el cello con la orquesta. Habíamos acudido el día antes a una de sus clase individuales de cello.
LLegados a este punto quizás convenga hacer una salvedad.
Un alumno sin el concurso de la partitura puede perfectamente tocar. Todo profesor sabe que no es difícil tocar sin ver porque los alumnos se pueden aprender las obras de memoria. El proceso de memorización para un alumno ciego siempre es más arduo ya que ha de recurrir a otro tipo de soportes distintos al de la partitura. Sin embargo liberar uno de los sentidos como es el de la vista para concentrarse en el del oído casi siempre es beneficioso para cualquier alumno.
Lo sorprendente fue cuando nos dijeron que Nick tocaba en la orquesta. Esto nos extrañó. Era ligeramente escéptico en lo que a milagros musicales se refiere y por ello teníamos que acudir a verlo.
Imposible- pensaba, ¿ cómo va a tocar una persona ciega una sola pieza orquestal si no puede ver al director, ni las entradas, ni el tempo, ni los finales, ni los matices, ni los gestos…?
Nick esa tarde no sólo tocó una obra orquestal sino cuatro, si no recuerdo mal. Las obras que interpretó la orquesta además no eran cuatro notas, eran de una dificultad considerable.
Parece pertinente entonces hacerse la siguiente pregunta, ¿ cómo lo hacía ?.
Nick se había aprendido su partitura de cello de memoria y la de toda la orquesta. Se sabía de memoria todas y cada una de las entradas de la orquesta. To-das.
Aprenderse de memoria una obra para cello solo o para cello y piano no es difícil porque suelen tener una melodía concreta, un fraseo… Sin embargo las partituras orquestales de cualquier instrumento son mucho más difíciles porque muchas son notas sin una conexión melódica aparente, sin un fraseo, con ritmos inconexos… Algunas veces son simple armonía que acompaña a otra sección que desarrolla un tema.
Aquella tarde sólo por un pequeño detalle pudimos distinguir a Nick del resto de los miembros de la orquesta y es porque en uno de los finales orquestales él se había quedado un poco después de que el director con su gesto hubiera cerrado una de las obras.
Algunas veces he contado esta historia a mis alumnos, sobre todo cuando alguno me «insinúa» que es imposible, por ejemplo, estudiarse «la 7 del Suzuki» para la próxima clase, después de haberla tocado ya durante la semana anterior.
La música como continente de emociones y estímulos es capaz de todo esto, que no es poco y de mucho más. Hay muchos otros motivos por los que uno debiera aprender SI O SI música pero no son objeto de este artículo.
Música o motivación…( quizás una pizca más de esto último). LLámese como se quiera pero algunas cosas son simplemente increíbles y uno necesita verlas para creerlas y al mismo tiempo contarlas.
P.D: Otro día hablaremos sobre la motivación que siempre me ha parecido el tema fascinante sobre el que gira todo.
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